Quise vivir de nuestro cuento y acabé muriéndome de la realidad

Yo contigo solo quería salir corriendo delante de la policía por haber robado en un supermercado, coger un cádilac en una gasolinera, huir, que te pusieses de pie en el asiento con los brazos abiertos mientras hacíamos la ruta 66 y morir en un tiroteo. Pero en el amor siempre cometemos el fallo de dejarnos llevar sin preguntar a dónde vamos, y luego nos encontramos en el fondo de un precipicio mientras la otra persona está dando saltitos mientras baila en el borde riéndose. Y es que nos enamoramos de bloques de hielo sin saberlo, y lo malo es que el hielo se pega a la piel y quema, dejando marcas. Y despegarte duele mucho.

Nuestra relación era a distancia porque nunca quiso acercarse a donde yo estaba, y ojalá hubiese tenido un doble para las escenas en que si yo no iba, ella pasaba de venir y lo nuestro se acababa. Las personas no cambian, solo se limitan a disimular, y ella nunca supo querer, pero disimulabas tan bien que creí llegar a pensar que estaba enamorada; que hija de puta que fue, pero cómo me gustaba. Supongo que es que los momentos más felices al final acaban siendo mentira, que cuando todo termina es mejor quedarse en silencio, porque el silencio siempre tiene la última palabra; y pasé a convertirme en un tren que alguien dejó escapar y espera que otra persona lo coja. Me dejó la ilusión a la altura del suelo, en forma de ropa interior por los tobillos, huyendo antes de comérmela -la ilusión- y dejándome lleno de miedos y de dudas; en cambio yo a su miedo le hubiese bajado las bragas y me lo hubiese comido hasta que se corriese de risa y dejase todo empapado de ilusión, y es que si no vas a comerte la ilusión de alguien es mejor que no le bajes la ropa interior -o los miedos-.

Pero bueno, creo que empezaré a fumar porque eso de que quite 7 minutos de vida cada cigarro lo veo como un incentivo para esta vida en la que da más miedo el amor que morirse. A lo mejor algún día aprenda a saludar a los recuerdos sin que me den una hostia en el corazón. Y ahora solo me queda rascar en la herida que dejó hasta que sangre porque, aunque duela, no quiero que nunca se cierre para no olvidarla del todo. 

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